Pensé, mientras el coche se lanzaba contra el muro:

-Mereces morir! Eres un cobarde, sólo inspiras asco…desprecio. Muerto, quizá te tengan compasión.

Era verdad que en situaciones así, tu vida pasaba como una película en cámara lenta. Extraño, dado el vertiginoso e inminente desenlace.

Las escenas más relevantes se centraron en esa mañana, todo lo anterior se volvió brumoso e intrascendente.

La terrible discusión, su confesión desgarrada y su llanto, pidiéndole perdón arrepentida.

Se vio clavándole varias veces un afilado cuchillo, ciego de ira y celos, y pagando su crimen una hora después.

Él fue el juez, morir, la sentencia.


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