Te regalé una bonita sonrisa de Joker mientras nos metíamos dentro, allí, donde decidimos perdernos desde que éramos niños, y no sabíamos nada. Ni de dolor ni de sufrimiento. Y allí estábamos, en la gran Charca Verde. Casi desnudos, flotando. Sedientos de cansancio y ansiados de amor después de haber caminado un rato largo desde el aparcamiento de Canto Cochino.
Nos dolía el alma y los nervios. Soñábamos con ese momento como si de una prohibición fuera. Y allí perplejos a la luz de la mañana me mirabas diferente. Con tu pequeña sonrisa. Distante pero noble.Y fue entonces, cuando desperté.
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