Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro, en lo sencillo que habría sido frenar. El pedal se hallaba a apenas unos centímetros de mi pie, pero yo estaba petrificado. No pude más que observar los ladrillos, cada vez más nítidos, más cerca.
En ese momento vi a la mariposa. Estaba suavemente posada en aquella pared, y en lugar de pensar en mi seguridad, pensé en lo aplastadas que se quedarían sus alas cuando yo llegara al final de mi carrera. Aun así, las ruedas siguieron girando, imparables. Cuando choqué, lo único que oí fue su grito de terror.
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