Pensé, mientras el coche se lanzaba contra el muro, la gran película de mi vida, aquella que protagonizaste sedienta de pasión, con tus labios carnosos y fríos, llenos de codicia y martirio; aquella que sin dudarlo dejaste que cayera al abismo; aquella que sin despojos ni olvidos me dejaste solitario, sin brillo y vacío. Ya todo acabó. Ahora espérate mi reencarnación.
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