Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro. Además, ella lo entendería. Seguro.

Solo, viejo y enfermo. ¿Qué me quedaba?

Desde que se fue, la vida se me hacía larga. ¿Para qué coger más curvas?

Estaba agotado. Decidí poner la directa. A mi lado Pancho me miraba ignorante. Movía la cola. Feliz, confiado. Había decidido llevármelo conmigo. Al fin y al cabo, él también era viejo. Y no se merecía acabar solo. Pertenecía a nuestro lado.

Cerré los ojos. Con la mano cubrí los de Pancho. “Ahora vengo”, dije. “Ahora venimos mi amor.”

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