Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro de un color rosa palo, mi favorito. Permanecí quieta intentando escuchar cualquier sonido del exterior. No me atrevía a abrir los ojos. Sumida en medio de esa oscuridad incitada empecé a sentir hambre. Sin poder remediarlo, un brazo asomó a través del abismo hasta alcanzar un caramelo. Era de anís, lo que presagiaba que hoy no tendría suerte.
Empezó a sonar mi canción favorita y me sumergí en un viaje a tierras lejanas, llenas de vegetación, montañas y puentes de cuentos de hadas. Sabía que de nuevo llegaría tarde al Instituto.
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