Pensé mientras el auto se lanzaba contra el muro, es tiempo de volver a casa.
Quería abrazarte hasta que mis huesos se llenasen de tu pasado. Ese pasado que conocí por tu pequeña letra y por la de la guardia que censuraba tus cartas.
Yo te contaba de mi trabajo en Viena, de mis actuaciones en Salzburgo, la ópera no me daba respiro ni para que vinieras a visitarme.
Hasta que mi cruel carcelera escribió la verdad, pero qué podrías entender tú sobre crímenes y móviles.
Entonces decidí terminar mi viaje epistolar, pues no hay peor sentencia que el olvido.
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