Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro. ¡Noooo! Ahora tendría que soportar, durante una semana, la voz penetrante de mi madre como una taladradora perforando las calles a las 8 de la mañana. ¡Te lo dije! ¡Te lo advertí! Puedo ver su mirada clavada en mi retina, centelleante. Pensé, tres años ahorrando, dejando en una lata mis salidas, mi diversión, para poder pagarlo a tocateja. Si le hubiese hecho caso a mamá y a sus sabias palabras. ¡Sácate el seguro a todo riesgo, hija mía! El muro sería una anécdota más.
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