Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro de balas de paja en llamas que se me había ido de las manos. Mi madre me atravesaría con su mirada despiadada y acusadora como cuando en primavera rescataron los cuerpos de la pareja del fondo del pozo.
Ardían con virulencia las hortensias y el flamante descapotable rosa junto a sus dos ocupantes, Ken y Barbie. Lucy se vengaría. Esta vez había llegado demasiado lejos.
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