Pensé, mientras el coche se abalanzaba contra el muro en las posibilidades de salir con vida de aquella. Pocas, pero no había otro camino. No me quedaban ni opciones ni soluciones mágicas. Así pues, la decisión estaba tomada.
¡Lo siento bonita! Adiós.
Giré el volante y atropellé a la vaca.
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