—“Lástima que no haya billetes para maniquíes. El último lo cogió un señor hace un rato. Venga mañana y pregunte de nuevo”.
Oigo risas a mi espalda mientras me alejo. La libertad no es más que un punto de vista. Avanzo encubierto entre aquellos que solo ven a un loco que arrastra un maniquí y no al fugitivo que deben buscar. No puedo rendirme ahora, vuelvo a la taquilla y saco mi pistola. Por suerte queda un asiento libre. Subo al mismo tren que me trajo hace años. Cuando concluye el camino hacia delante aún queda regresar atrás.
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