Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro, en aquellos otros que pretendían separar físicamente dos formas de intolerancia condenando la oportunidad de que el lado más noble de las personas, a ambos lados, derribase el muro artificial que protegía ambiciones y miedo a que la libertad lo deshiciera antes de que, una vez usado como matriz cayese, después de haber moldeado unas férreas ideas que ya ninguna piqueta podría destruir.
Se estremeció de esperanza cuando el coche de pruebas absorbió el impacto que por fin permitió salir ilesos a sus muñecos.
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