Te regalé una bonita sonrisa de Joker, aún sabiendo que eras invulnerable al sarcasmo. Te dije adiós para mis adentros, consciente de que ni quería ni podía acompañarte en este viaje. No me contestaste. Tu mirada, que siempre se clavaba en un infinito cercano, nunca favoreció nuestra comunicación. La indiferencia siempre fue tu particular forma de amarme.
Acostumbrada a estar contigo, no echaré de menos tu desdén, ni tu sibilina forma de menospreciarme. Es la hora de emprender viajes diferentes. La espera ha sido larga.
Nunca me han gustado las despedidas, y solo puedo decirte una cosa: descansa en paz.
OPINIONES Y COMENTARIOS