Lástima que no haya billetes para maniquíes. Ahora toma un mayor sentido de la realidad este viaje a ninguna parte por el que circulo a oscuras. Es mi mano izquierda la que sostiene sus dedos de cera, es la derecha la que recoge el impulso de soltar los pedacitos de cristal en los que se contempla mi rotura .
Soy un viaje al centro del principio. Por eso, quizá, el tren es la única opción posible. Hierro sobre hierro. Un túnel, Tras las ventanillas mi rostro blanco con su sonrisa boba pintada de rojo y luna.
La meta se acerca.
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