Lástima que no haya billetes para maniquíes. La senté. La abuela, al lado, sonrió compasiva.
-Ya sé, no puedes viajar con ella, ¡a menos que cambiemos identidades!
-La miré azorado ¿me cedería su pasaje para Melany? , la abuela asintió, ciño oscuras prendas , los pechos prominentes ocultos, el largo tapado hasta sus pies. ¡Increíble! lozana y vieja…
La anciana dijo:
-Ya he viajado por todo el mundo – ¡corre…no pierdas tu vuelo!
Le agradecí sin palabras, pasamos los controles y viajé con ella. En un largo abrigo coquetamente escondía un par de piernas seductoras dispuestas a correr mil aventuras.
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