Lástima que no haya billetes para maniquíes, me hubiera encantado ocupar una silla del avión con tu figura estática, vestida con ese abrigo de terciopelo y sombrero de plumas con el que siempre luces sonriente; con esos ojos inertes simulando ver aquellas nubes de algodón que tejen el cielo, y esa sonrisa dibujada que no se apaga ante la burla más cínica.
Viajemos juntos, tú atrapada en esa figura de cera, y yo atrapado en esta camisa de fuerza. Después de todo, ese es el único medio en el que puedo ayudarte a escapar: mi loca cabeza.
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