¡Lástima que no haya billetes para maniquíes!- me respondió.
Tal fue mi mirada de sorpresa que tuvo que aclararlo
-¡No tienes corazón! deberías marcharte-. -África no está hecha para ti-
Con rabia y decepción abandoné la estancia. Rabia porque en el fondo sabía que tenía un poco de razón. En mi equipaje no incluí sentimientos, no iban a serme útiles, pero estaba decepcionada porque pensaba trabajar duro.
Aún no sabía cómo iba a conseguirlo, pero estaba decidida ¡Iba a conseguir ese empleo!
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