Lástima que no haya billetes para maniquíes. Subí al autobús y coloqué la maleta en la parte de arriba. «En el fondo, me hacías compañía, aunque estabas ahí encerrada». El viaje era largo y comencé a mirar por la ventanilla viendo pasar las imágenes a cámara rápida.

Desperté de un profundo sueño y tenía calor. Me quité la chaqueta y cuando fui a colocarla arriba, donde estaba la maleta, comprobé que ésta estaba abierta y vacía. Me quedé totalmente confundido. Recorrí el autobús y en la última fila la vi sentada, sonriéndome.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS