Lástima que no haya billetes para maniquíes, así podría escapar y huir a París. Me has silenciado con cinta americana. Mi cuerpo está completamente lleno de tus grafitis de charlas imposibles. Ciega y sorda a causa de las quemaduras de tus cigarrillos. La ropa cara con la que me vestías y desvestías a voluntad, ahora está hecha jirones prolongándose como raíces muertas. Mantengo la misma postura de anoche. Tendida en el suelo, con los brazos extendidos en un abrazo inacabado; las piernas arañadas, sucias y abiertas. Vulnerable, abandonada y paralizada. En el almacén de tus secretos.
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