Lástima que no haya billetes para maniquíes. Así, podría viajar acompañado en el tren. No me gusta viajar solo, me gusta conversar.
Por las noches me acompaña este modelo desfasado pero agradable maniquí de mujer. Conversamos hasta las tantas. Filosofía, arte, política… no dejamos títere con cabeza.
Sé que pareceré un loco excéntrico. Abandono mi maniquí por las mañanas y voy al tren.
El vagón me mece y me calienta el cuerpo. Los pasajeros, mientras tanto, me evitan la mirada y mucho menos, me dirigen la palabra. Perdí mi resquicio de humanidad al carecer de un lecho donde dormir.
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