En esta maleta no cabe casi nada, declaré muy digna, apartando el bulto de las patas delanteras del pastor alemán. Mechas California, uñas kilométricas, todo parecía acusarme. Hablé de los ahorros, del viaje organizado, ¡Brasil, el sueño de mi vida! Pero aquel bicho ladraba desorbitado, saltando en dirección a mí… Deslizaron la porra sin miramientos, revolviendo mi ropa interior colorida. Los dos suspiramos de forma canina cuando encontraron la peluca canosa, la careta aplastada bajo el protector solar. Aquel apéndice rosado goteaba mi biquini de palmeras. El traje de fieltro apareció después. Bajé la cabeza derrotada. Era el final.
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