En esta maleta no cabe casi nada y todavía me sobra espacio. La imagen escueta de un rostro cabe en cualquier parte.
El pelo ensortijado alrededor de la tonsura, los párpados modestos, el arco espeso de las pestañas, la tez tan pálida… Allí anclada, mirándolo, incapaz de explicarme ese magnetismo, sin poder continuar con la visita al museo.
Ahora lo sé: fue su nariz, una nariz perfecta, como la de mi madre, la arista recta, las aletas cinceladas como pétalos. Pero las de mi madre tiemblan ligeramente cuando franquean el paso al aire.
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