En esta maleta no cabe casi nada, por eso llevo las sombras de cada estación, de los puertos y aeropuertos que crucé, de las carreteras y senderos que caminé, y estas sombras me guían a mi próximo destino con mi corazón de trotamundos viajero, ligero de equipaje, que latiendo me susurra el comienzo de la siguiente aventura y, desde el pantalán, contemplo ese horizonte, siempre inalcanzable, mientras bajan la pasarela para subir al bajel, y me empujan mis sueños, entre delfines, piratas y sirenas, surcando mares imaginarios, descubriendo emociones nuevas.
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