En esta maleta no cabe casi nada, excepto una nariz.
Mi mujer espía la había cargado con los pies derechos de sus víctimas, que estúpidamente se habían resistido al interrogatorio. Empezamos en París, pasamos por Roma y ahora nos hallamos en un hotel de Barcelona, a punto de partir hacia Sevilla.
Tocan el timbre y con sorpresa vemos que es una nariz vestida de policía.»Pertenezco a la cara de un escritor barcelonés que quiere desaparecer, llévenme con ustedes». Acaso por conveniencia, aunque inéditamente conmovida, mi mujer completa la maleta. El tren a Sevilla parte en media hora.
OPINIONES Y COMENTARIOS