En esta maleta no cabe casi nada, refunfuñó mamá. Pepín agarraba con sus manos el caballito que le había regalado la tía Matilde. Yo con mis 5 años no entendía lo que pasaba, mantuve mis ojos muy abiertos para no perder ningún detalle. “¡Qué nos vamos a México, hija!” dijo mamá. Yo no sabía qué era eso. Pepín me susurró al oído “Papá nos espera en Veracruz, España ya no tiene nada para nosotros”. Mamá tomó la pequeña maleta. Al abrir la puerta para salir escuché los aviones de guerra, eran como moscas. Sin mirar atrás, empezamos a caminar.
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