Eran las cinco de la mañana, helada y fría
de invierno,
cuando el almendro tiene su flor,
sin un adiós, sin una despedida,
con la única compañía de »mi maleta de cartón y yo». Llena de recuerdo e ilusiones,
en busca de aquel, tren, que nos llevase aquél rumbo desconocido, con la ilusión de vivir nuevas experiencias y aventuras.
Con un sentimiento de liberación, encontrándose en un lugar desconocido, con,
plena libertad de movimientos sin dar explicaciones a nadie.
Pero sí, con el deseo de encontrarme con ese rumbo desconocido, que marco mi partida
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