En esta maleta no cabe casi nada, por eso no he metido nada tuyo. Intenté acomodar mis blusas por las esquinas, hechas un rollito, para dejar el lugar central a tus camisas impecables, cuyo desdén podía sentir a través del tacto cuando las colocaba con un pliegue de más. Saqué mi cuaderno, mi libro y mis zapatillas de correr, pero tus camisas seguían arrugándose. No tuve más remedio que dejarlas allí. Al final metí solo mis cosas, que siempre han ocupado mucho menos espacio.
OPINIONES Y COMENTARIOS