En esta maleta no cabe casi nada, le dije a mi esposo mientras intentaba meter Cien años de soledad, mi libro favorito, en aquel equipaje. Pero fue inútil, era absurdo intentar que una vida entrará en una maleta, entonces decidí que era mejor vivir sin algunas prendas de vestir que vivir sin Gabo. Entre la ruleta del sí y el no a mis cosas personales terminé de empacar, no sin antes derramar algunas lágrimas por dejar atrás una vida confortable y enfrentar un futuro incierto. Mis cavilaciones fueron interrumpidas por mi amorcito: «está muy llena, debes sacar algo».
OPINIONES Y COMENTARIOS