En esta maleta no cabe casi nada, aún así agradecía que fuera cómoda para recostar su cabeza mientras esperaba el autobús. Nunca lo había tomado como su medio de transporte preferido, menos en un día de lluvia, pero era lo único que podía pagar y para su poca planeada aventura, no estaba mal.

Mientras empezaba a subir, deseo con toda su alma que fuera a detenerla, que dijera ¡Quédate!

Pero al tocar el primer escalón, entendió que no pasaría.

Desde ese momento solo sintió como si se quebrara y aunque había dejado de llover, sus ojos tenían ahora una tormenta.

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