Él ya estaría tomándose un daiquiri en el malecón mientras sucedía esto al otro lado del charco.
El comisario García reniega en su despacho. Sobre la mesa, papeles revueltos y un cenicero repleto de cigarrillos apagados a medias. Lleno de rabia, pega un puñetazo sobre el contestador telefónico.
En el aeropuerto, Carlos observa la pantalla de salidas. A su lado, María mira el reloj y resopla.
—No vendrá. Tu hermano nos ha engañado.
—Aún quedan tres horas para el avión de Manila, ten paciencia.
Tremendísima mulata se acerca al caballero con sombrero y lentes de sol.
—¿Le sirvo otra copa?
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