En esta maleta no cabe casi nada. Sé lo que debería dejar atrás, pero duele demasiado. Aunque me arrastra al fondo, siento que me ahogaría sin lo que me dio la vida una vez.

El pitido de las puertas del tren me devuelve a mí. Casi se me cierran mientras subo de un salto. Con el corazón en la boca, veo como se aleja el andén, y allí, de repente, también mi maleta.

Me siento desnuda, rumbo a lo desconocido. Compruebo extrañada que aún respiro.

Sólo tengo en la mano una libreta con dos palabras: Yo misma.

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