¿Y si dijera que esta persona no ha tenido el más mínimo contacto con la calle en comparación con los demás? Qué tal un pequeño relato de una ciudadana que sabe de calle, pero no directamente de ella, sino de alguien que vive más como un espectador de la realidad con ojos extrañamente llenos de ironía y sentimientos intensos tras cada paso que da, desde el inicio de su vía.
Con una niñez tal vez común o diferente, el jugar con otros niños y hacer amigos de “barrio” era algo desconocido y poco probable. Solo fue un tiempo recto con la típica rutina, creciendo en la escuela y viviendo en un cálido hogar. Teniendo comportamientos que generan vergüenza en su sí mientras que otros con orgullo y frente en alto sonriéndole al pasado distintivo entre tantos, con días iguales sin cambio: vivir como un niño común, despertarse, ir al colegio, jugar, comer, dormir y muchas cosas más. Pero cómo de piloto automático despertó y desde cuándo sus ojos se volvieron palabras y esas palabras en sueños. El crecer y ser más consciente de su entorno fue como una cachetada con ira de lo que hay alrededor tras tanto tiempo sin prestarle atención. Esa persona no era más que una con mucha suerte, darse cuenta que aquellas palabras que su madre le decía que consideraba innecesarias, no eran ciertas; sin embargo, sí lo eran. El vivir llena de gustos, pocas necesidades y sin preocupaciones no eran más que hechos. Hasta que ver lo que realmente era la calle y compararlo como se ve en las fotografías, era como la cara que nunca se muestra, la realidad que como dicen “la que se tapa” A caso vivió como debía o simplemente fue reacia y sin interés hacia su país, anteponiéndose sus comodidades y genuinos caprichos sobre la alta necesidad ¿era realmente necesario ser aire por tantos años para abrir los ojos? De pensarlo, le era intranquilo.
El asunto no caía en algo sutil sino en presentarse ante la sociedad como uno más del millón, tal vez la costumbre cambio, pero lo que erradico fue su inmadurez y con algo en el corazón punzando en cada encuentro duro con alguna persona, se repetía en su cabeza lo mucho que quisiera ayudarla y como regresaría aunque esta vez con actos y no con simples pensamientos.
Fue una tarde cuando salía a pasear por las zonas verdes de la amada Lima hasta que vio un niño, uno muy lindo con un sombrerito de colores y con una cesta de caramelos, de carro en carro ofreciéndolos para que le compren alguno. De igual modo otros niños vendiendo dulces, solo niños, con caras inocentes y ojos desorientados, completamente solos, acompañados entre ellos ¿Qué era esa situación? tantas etapas perdidas por qué, pensó.
Otra noche, una muy bonita por cierto, con un cielo despejadísimo algo no común, era la hora de comprar pan. El buen ánimo se agotó al ver a un pequeño frente a un casino.
- ¿Y tú mamá?—preguntó.
- Ahí. —señaló el interior de ese lugar.
- ¿Tienes hambre?—se veía tan tranquilo, que sin saber cuánto tiempo llevaba allí sentado esperando, sin dudarlo pensó en comprarle algo para comer. Y como era de esperar inocentemente dijo que sí moviendo sutilmente su cabeza.
Una deliciosa tartaleta de fresa fue lo que compró y un Frugos, famoso entre los niños.
Tal vez lo que uno piensa en una situación como esa es “que mala madre”, pero esta persona no tenía ni una sola palabra como esas, solo le inquietaba saber por qué había traído al niño en una situación como esa.
Todo sucedió como un abrir y cerrar de ojos, de pronto una pandemia llegó a su país, nadie estaba preparado y los comentarios frente a las medidas sanitarias fueron el foco del esplendor para aquellos que aprovechaban el contexto para ofrecer su punto de vista acerca de lo que sucedía con malos comentarios. Por otro lado decían que su país era el mejor frente a la pandemia, pero luego esos halagos se fueron apagando para tornarlo como el peor en manejar este lamentable estado.
Su tierra había cambiado, en primeras planas salieron nuevos discursos y noticias. Los primeros meses fueron diferentes de los demás: el estar con la familia y dejar de lado el exterior generó una conexión en algunos, pero para otros eso solo fue un gran tormento. Pocos fueron los días donde el sombrío lado de la mente de ciertas personas apareció, quién sabe si estar al aire libre aliviaba ese dolor profundo que se ocasionaban con palabras interiores.
Por el contrario se ubicaba la informalidad que apoderaba la capital, la necesidad aumentó y se tuvieron que tomar nuevas medidas para un balance. No obstante fue así como si en el gran mapa territorial se encendieran luces en lugares donde se necesitaba una ayuda urgentemente.
Una mañana tranquila el noticiero informó de una gran novedad que dejó a todos asombrados, pues ahora habría fechas en las que podían salir las personas, pero por géneros. Fue curioso para estos ciudadanos ver cómo se las ingeniarían para comprar las cosas en el mercado. No pasó más de unos tres días para que salga la nueva comedia. ¿A caso esto era una dificultad para los hombres? Quizá no para todos, pero el otro sector tuvo grandes problemas, con todo sarcástico y muchas carcajadas se llevaba el día, no faltaron los famosos videos, que evidenciaron su interesante situación.
Ocurrieron muchísimos más sucesos dolorosos entre todos, pero las personas de su país nunca se rindieron y siguieron luchando. Si bien es cierto hay un pesar muy amargo de miedo y preocupación, eso no fue impedimento para nada. Las calles de Lima cambiaron, pero todo se debió a la protección de la familia y de la sociedad peruana, que con muchos luchadores en primera línea sigue saliendo adelante con una espada microscópica defendiendo la entrada para vencer esta gran tormenta y para un mejor futuro con grandes cambios. Lleno de hechos y no de simples palabras.
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