Agredieron a supuestas brujas que sacrificaban gatos en Cali (Colombia).
La bruja que logró escapar refugiándose en su santuario:
-¡Obbatalá, Shangó y Yemayá! Perdonen a estos ignorantes, ustedes que son sabios Dioses santeros, porque el común rebaño no entienden que al igual que mi bisabuela, debía desarrollar el ritual de los tres gatos en luna llena y sol de mediodía, para apaciguar a las deidades de la peste y erradicar definitivamente al coronavirus de esta condenada tierra.
La inmigrante de Venezuela golpeada y entre rejas:
-Coño vale, yo vine por necesidad, por pedir unas sucias monedas en la avenida equivocada, esta cachifa demente me leyó la mano, me ofreció diez mil pesos por llevar este costal sin saber que estaba lleno de gatos muertos, resultó ser una bruja loca y ahora por ser venezolana se me va a ir hondo en la cárcel, sin contar los veintiún años empavada.
El capitán de policía indignado y frente a su tropa:
– ¡En formación! bueno tropa, es de reconocer que en diez años vestido de aguacate, como el verde más verde, es la primera vez que conozco un caso tan estúpido e incoherente. Porque estas viejas no son brujas, sino brutas, y tienen el huevo más grande que el negro de Whatsapp, que por cierto, nos informan que murió de COVID 19 en la África subsahariana -risas de la tropa-. ¡Basta! ¡Disciplina por favor! El punto es que sólo a una imbécil con dos dedos de frente se le ocurre robarse los tres gatos símbolos y mascotas de nuestra estación y creer que no las íbamos a perseguir y capturar. Felicito de antemano, a los infiltrados agitadores que promovieron entre los civiles la respectiva golpiza y la justicia por mano propia, ellos tienen mención y tres días libres remunerados. He dicho. ¡Ley y Orden!
La víctima más joven:
Ni me sostuvo la mirada, ni tuvo en cuenta mis chillidos. Que estúpidos son los humanos, no saben que tenemos siete vidas y que al morir nuestro espíritu se mete siete años en el cuerpo del victimario, eso es peor que cualquier pandemia.
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