En ésta calle no cabe ni un abrazo, se han quedado mudas las paredes y los brazos, sobran como bultos en un cuerpo abandonado. Las hojas que se manchan del verano, tienen pecas repetidas en los bordes y a mí, que me falta cada esquina de vos, se me van haciendo otras pecas en la noche de mis días. De nuevo la calle está vacía, no le nace un puño levantando la voz, inundando el silencio con ardiente adolescencia…no, es otro anciano de tiempo, con huesos de precisas agujas y un tic tac perenne, que asila soledades tempranas.
En ésta calle ya no abriga la palabra, el buen humor, los besos con gustito a desayuno, las sincronicidades que a diario son manjares para el día. Apenas ese aroma a sangre seca haciéndose cáscara y luto, envenenado paisaje que trae tus formas más ligeras, esas que amé desde la misma hemoglobina que coloreaba tu boca, tu pequeño gorrión de saliva dormido en mi lengua.
En ésta calle no cabe ni un abrazo, ni uno de despedida, se han quedado mudo los brazos como piedras y el verano es una peca en el olvido…cargo con el luto como un anciano de tiempo, con cáscaras pequeñas y huesos como agujas…y el reloj que mancha las paredes de tiempo, da una campanada vacía que abandona el cuerpo. Debajo de aquel árbol miserable en la memoria, queda un griterío de sordos como migas de un pan maldito, volando entre las ramas, compartido en el almuerzo de un portazo, mientras el plátano y yo, te vemos devorada por la puerta, que te traga entre sus dientes de pasado.
Si, ahora es un sepelio la vereda, las ventanas son cerrojos que no observan, harapientas cortinas de mensajes perdidos, de los que nunca llegan, que se hacen coronas de letras sin destino. Aun siento adormecido en la palma de mi lengua, plumitas de baba revolotearme la boca, con caprichosa insistencia, con adolescencia primitiva, con despedida ligera, que no asumo aunque de vivo, no me quede ni un latido en este espanto…en esta calle no cabe ni un abrazo, solo migas de un gorrión adormecido, un cuerpo de piedra, un paisaje envenenado por tus formas más ligeras.
Aquí y ahora, me falta cada esquina de vos y un enjambre de esperanza, que no llega…como quien busca una ciruela en un naranjo.
OPINIONES Y COMENTARIOS