Tras la frontera de la soledad

Tras la frontera de la soledad

Zacalessandroff

10/01/2021

Tres cosas no comprendo: el tiempo, el amor y todo lo demás. Las guerras, el racismo y los prejuicios; el machismo y el feminismo, son símbolo de desunión. Nacemos de un vientre, pero somos sentenciados por el destino a la desunión. ¿Qué hay de mí? ¿Qué hay de ti? Soy un loco atrapado en un mundo repleto de viejos recuerdos, oprimido por la soledad de mis pensamientos. Un mundo que se forja bajo mis zapatos, pues el polvo que levantan mis pisadas, es el testigo de mis recuerdos; las letras que escriben cada capítulo de mi historia. Es mi hermano, mi compañero de aventuras; sus pisadas son las mías y el polvo que levantan sus pies, es el polvo que levantan los míos. Quiero correr, salta en cada escombro; ramas rotas y hojas secas; por el asolamiento, un muro cae en mi interior; es culpa de mi angustia y mis dolores; de mis penas y temores.

Cada mañana, el delicioso aroma a café es el sol que me levanta, de extremo a extremo, es la briza que baña las puertas y ventanas de cada hogar; apenas el día comienza y unos segundos antes de las seis, los albores del trabajo, forman un manto de leña y maíz que recubre el pasillo de mis aventuras. Aún las tortillas no salen del comal y en las afueras, los sonoros pasos de mis amigos llaman a mi puerta, como de costumbre, nos dirigíamos hacia la casa de Inés; una mujer religiosa y cuya bondad, era la joya más preciosa de su ser. Su fortuna era inmensa, tal cual, que ni aún amontonando las riquezas de todos en aquella calle, alcanzaba para comprar un tan solo collar de su hermosa colección de joyas. Pero aún más de ello, los rizos y fulgurantes ojos de una chica, llamaban la atención de cada niño en la vecindad. Era la hija de Inés, cuyo nombre no se sabía, pues nadie lo había preguntado jamás y nadie nunca lo haría. Tal vez, Inés era demasiado protectora, pero resultaría extraño, fue ella quien la presento a la vecindad en la feria anual del frijol y ni siquiera esa vez pronuncio su nombre. Luego de aquella ocasión, los rumores pasaban a ser desde lo más inocentes hasta lo más tenebrosos, pues era el misterio más extraño del cual se podría oír jamás.

Una noche de abril, las luminarias adornaban las aceras, y las comadres se juntaban por afinidad; el frío era descomunal y los vientos mecían las ramas de los arboles; las voces, gritos y sonrisas eran mucho más envolventes que los parlantes de las calles a la par; los niños corrían a esconderse y los adolescentes se ocupaban de su juventud. Aquella noche recuerdo correr por el suelo pedregoso, pero por un momento, me detuve a recoger los nances más deliciosos del mundo, cuyo sabor se impregnaba de la longevidad de su árbol. En aquel momento, una luz deslumbro mis ojos, no entendía nada, tan solo a lo lejos, veía a mis amigos correr detrás de aquella luz y gritar con algarabía, fue entonces cuando llego a mí, que reaccione de la misma manera; era el primer automóvil en pasar por nuestra calle. Apenas mi emoción había arrancado y desacelero justo en el momento en que vi a la hija de Inés bajar de ella. Estaba varado justo debajo de las extensas ramas de aquel árbol, con suerte, justo en la entrada donde se detuvo el auto; al pasar por mi lado, intente hablarle, pero mis palabras se escaparon con silencio de mi boca, pues no podía hablarle sin conocer su nombre. Aquel momento fue como el destello de una estrella, se escapó de mi vista y no me percate, sin embargo, ese pequeño momento fue suficiente para caer rendido a sus brazos.

Esa misma noche, a eso de las once, mis amigos y yo jugamos cantarito#bocadillo, cada uno tenía su escondrijo, pero nadie conocía esa esquina estrecha, sombría y abandonada que visitaba desde mi infancia, sin embargo, un abrazador aroma a cerezas invadía el lugar, tímidamente me adentre y entonces, el cálido aliento de una chica, se penetro cautelosamente por mis labios; enredándose sus manos con las mías, en un forcejeo inocente por escapar de aquella sensación, que en realidad nos envolvía a ambos a descubrir cada rincón de nuestros cuerpos. Pronto, la intriga me cautivo, y pregunte su nombre, los segundos fueron minutos… y exclamo haber sido embrujada, que aquel quien la llamara por su nombre, traería consigo una peste que mataría a todo aquel que saliese a las calles. Aún suplique por saber su nombre y jure no decirlo nunca más, pero en el momento en que ella lo pronuncio, algo cambio…

¿Qué ha pasado con la calle de aventuras, fantasías y alegrías? El pastizal crece y el suelo se encubre como si supiese de su desnudez, han invadido los animales; pero aun por cuanta naturaleza haya, no hay belleza; aun por cuanto sol haya, cada día es frio y oscuro, pues mi calle esta en abandono, es como mi alma en la soledad, en la tristeza y el desamor; porque no se escuchan las risas de niños sino los dolores de madre, pues la calle, aquella calle ha desaparecido, se la han llevado; ahora el dolor me invade, pues duele no ver la luz de los faroles alumbrar el rostro de mi amada; son ahora los nances de sus árboles, la amargura de mis labios y sus leñas, son ahora astillas a mis pies. Lamentablemente, nunca he salido a aquella calle, mis piernas y brazos, tan solo son mi sueño; pues todos nos desunimos a algo y ocurre constantemente: desde que nacemos hasta que fallecemos; ahora mi hermano se ha desunido de las calles, y aquella chica de mis sueños, llamada Stephany; no fue la historia envuelta en el polvo de mi hermano, sino un encuentro casual y apasionante de nuestra soledad. Así las calles son más que concreto, sino pedazos de nuestras historias.

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