Me encuentro sentado en una banca, mirando lo maravillosa que es la noche. Estoy en la plaza de armas de Villahermosa, por supuesto uno de los lugares más lindos de mi México lindo y querido, hace mucho tiempo que no venía aquí, desde que murió mi madre.
Sin darme cuenta empecé a sumergirme en mis pensamientos, en mis recuerdos, cuando era niño solía estará aquí, mirar mi alrededor y observar a las personas: su amor, su alegría, su solidaridad, recordar esto me traía tanta nostalgia y es que ante todas esas personas que tenía la costumbre de mirar era a mi madre. Aquellas calles me hacían sentir una melancolía tan extraña, me hizo sonreír, pero a la vez derramar una lagrima.
Una anciana se me acerco, y pregunto:
—¿Puedo sentarme aquí?
—Claro —respondí mientras limpiaba mi lagrima del ojo.
Los dos empezamos a observar: estas calles, a las personas, sus alrededores y todo lo que pudiéramos llegar a apreciar.
—Sabes… —dijo la anciana
—No —conteste, dudando si se dirigía a mí.
—Mirar a toda esta gente me hace feliz, estamos en épocas de fiestas navideñas, y algo que les regalaría sin duda seria la empatía.
—¿Y por qué empatía y no algo más, amor u alguna otra cosa?
—El amor es importante: algo que puedes dar para que alguien más sea feliz, pero la empatía se la regalaría a este mundo… claro si pudiera, por el simple y sencillo mérito de que eso nos hace sentir en los zapatos de otros; sentir las frustraciones, los miedos y las felicidades —decía mientras se levantaba de su asiento —bueno tengo que irme.
Mire como aquella anciana se alejaba.
Me quedé reflexionando sobre lo que dijo y seguí mirando las estrellas. Ciertamente volver a ver estas calles me hacen tan feliz. Tal vez en este momento solo deseo volver a ser aquel niño que siempre solía estar feliz.
Sin darme cuenta ya no había nadie en aquellas calles, sólo me encontraba yo. Fue entonces cuando decidí emprender rumbo hacia mi hogar. Mientras iba en el camino sentía el aire dando en mi cara, era tan hermoso y relajante. Por cada esquina, por cada espacio y cada rincón que pasaba me hacían tener un recuerdo de mi infancia, y es que en verdad la infancia es una de las etapas más hermosas. Pase por el lugar donde solía jugar con mis abuelos cuando yo era pequeño.
Me dije a mi mismo: sin duda hoy te llevas una gran lección, y es que los recuerdos, las cosas que hacemos o lo que nos sucede, no importan tanto, es el significado que le demos…
OPINIONES Y COMENTARIOS