El comunicado mundial de una epidemia en China, hicieron saltar todas las alarmas y el chiste social, comenzó a inundar todas las calles de España… algo después nos confinaron a todos, sin más.
Aquella ventana al mundo de nuestras propias casas se abrió y terminamos cerrando nuestras puertas vecinales, cuidándonos de toda ciudadana propagación infecciosa. El temido COVID-19 nos condicionó quitándonos libertades, abrazos y corrillos de vecinos, siendo oprimidos todos sin obligarnos a nada, cuando solo pretendían salvarnos de algo tan irreverente como la misma muerte.
Adelina quedó entre la espada y la pared durante aquellos difíciles tiempos de confinamiento social, y nadie se imaginaba que su personal encerramiento tenía otras importantes razones de vida. Adelina se pasaba el día, huyendo de toda ventana, cortina descorrida, y de entre abierta rendija…
Ella, no pudo aplaudir asomada a su ventana porque el miedo paralizaba su personal condición social. Alguien le robaba aquellos emotivos aplausos de agradecimiento, y nadie se imaginaba nada. Pero en casa cumpliendo su solidario enclaustramiento ciudadano, experimentó su libertad y fuera del hogar también se sentía libre guardando el obligado espacio de separación corporal, y aquellos difíciles días fueron pasando, y ella se enfrentaba a algo tan invisible como el COVID-19. Pero en ningún momento se rindió…y quiso apoyar a todos aquellos indispensables héroes, quedándose confinada en casa, donde su persona estaba segura y no ponía en riesgo a nadie…
El machismo tomó como referencia a toda vulnerable mujer sola y Adelina se quedó confinada en casa, sin poder salir al particular balcón del reconocimiento público…apoyando al solidario gesto… y ella, tampoco pudo aplaudir durante aquella emotiva hora donde nuestros corazones se estremecieron con fervor ciudadano. Adelina mujer prudente, nunca se sintió tan libre, siendo confinada en casa, pero ella también renunció con nostalgia como todos, al antiguo modelo de vida.
Como mujer, ella sufrió durante su personal confinamiento aquello que algunos llaman el varonil cortejo y que otros llaman acoso machista…y sus ventanas fueron los balcones de Romeo y Julieta,
según algunos, y según Adelina fue el insoportable suplicio diario vivido de cerca y a solas. Ella, se encerró como todos temiendo al COVID-19, y sintió el silencio rodando todas las calles, también soportó interminables colas para abastecer todas sus domésticas necesidades, y escuchó en silencio el enardecido grito de gloria que todos debemos aplaudir como ciudadanos ejemplares.
En su cotidiano confinamiento, no echó de menos nada… porque fuera de casa, todo era extraño para ella. Escuchó su preferida música tendida encima de mullido catre a horas de incomprendida razón, comió cuando a su estómago le apetecía llenarse de gula alimenticia y trabajó cuando fue necesario, contribuyendo al normal desarrollo ciudadano y se sintió parte del soberano país de España.
El barrio donde vivo, es una realidad, y la otra mirada nos describe, lo que otros ojos no pueden ver. Adelina cometió el mayor error femenino, según algunos, porque el machista de hoy y del ayer, nunca admitirá un directo no, por respuesta, porque como depredador sexual, se siente ofendido…
Cuando Adelina salió de paseo después del confinamiento se encontró de bruces, con la otra mirada, y pudo comprender escuchando a los demás…que su historia fue otra más entre tantas historias…
«El barrio donde vivo, es particular, y cuando llueve se moja, como todos los demás»
OPINIONES Y COMENTARIOS