Mi inmortal nombre «El silencio»

Mi inmortal nombre «El silencio»

Hubo un tiempo en que no podía recorrer las calles, hubo una época en que no tenía libertad y mi esencia se limitaba tan solo a cuatro paredes en un sótano, huyendo de toda presencia, pero ahora, mi ser se tomó las calles, las avenidas, las esquinas y uno que otro parque; soy aquel que no puede ser nombrado sin ser destruido, el susurro del recuerdo que habita en el interior del cauto y el prudente, soy el silencio. Temí por mucho tiempo caminar por tu ciudad, temí que el ruido de tu especie quisiera destruirme, pero finalmente pude hacerlo, todos mis pasos fueron cautos, puedo jurar que mi aventura no fue presurosa y que mi juicio no fue aleatorio, tomó una eternidad hacerlo y aquí estoy.

Lo que vi y sentí, puede decirse que me “dejó sin palabras” y eso es mucho decir siendo yo quien soy. Primero estuve en un “centro comercial” fue increíble, nunca había visto uno, antes intentaba refugiarme ocasionalmente en los sótanos, pero la concurrencia de furiosos y apresurados autos me exiliaba como castigo por mi actitud desafiante, y volvía a mi hábitat favorito, el bosque, allí nadie iba. Ahora que pude estar en un centro comercial encontré de donde tu especie toma lo que necesita para vivir y es extraño porque siempre pensé se alimentaban de frutos, de árboles, pero debo decir que son una especie compleja, el bosque ya no es el lugar de donde toman sus alimentos, sino donde arrojan lo que sobra. Estuve en cada rincón de aquel enorme lugar, visité una sala de cine y créeme, allí nunca había estado y fue fantástico, luego, entre vitrina y vitrina pude notar que ahora todo el ruido se ha mudado a un espacio menos tangible; lo han llamado virtualidad. Todas sus compras y abastecimientos ahora dependen de unos click y unos taps.

Tuve unos momentos para pensar en un parque comunitario; ese espacio amplio en el que risas y balonazos eran muestra máxima de felicidad para ti y los tuyos. Fue muy sencillo deslizarme hasta una vieja silla, abandonada cerca de un andén que solía ser muy concurrido, creo que el paso del tiempo no pesa tanto como el principio de entropía que acompaña a grafitis y actos de destrucción que en el día a día se hacían parte del trabajo de aquella amiga. Ahora descolorida, pero en plena tranquilidad y libertad, la silla miraba hacia una torre de apartamentos; ¡bueno! Allá se refugia tu especie y parece ser que, todas aquellas risas y carcajadas que me mantenían distante ahora yacen en un Emoji y aunque no suena evocan un sentimiento similar al original. Todo indica que el concepto de “social” es diferente ahora y ello ha de ser por estas circunstancias. Hay una melodía en cada emoción, un sinfín de tonalidades que ahora se ocultan en el interior de cada humano.

Quise entrar a uno de esos cubitos de hábitat humano, no fue fácil, y no me refiero al penetrante olor a alcohol e hipoclorito que se empeña en permanecer en todo espacio humano, cruzando sus brazos como un fuerte sistema de seguridad; sino a esos beeps y taps
que reemplazaron a casi toda frase y un alto porcentaje de sentimientos también. Tengo que confesar que estos sonidos me asustaron y me empujaban constantemente; pensaba encontrarme con las indetenibles palabras que, antaño aturdían mi ser, “tal vez” pensé “madres y padres con sus hijos hablarán mucho y tendré que huir” y me aturdí al imaginar “habrán hermanitos y hermanitas riendo y gritando en esos cubitos, o largas y estruendosas frases para aquellos que son muy ancianos” pero todo fue diferente ya que, adentro de esos cubitos de hábitat humano no habían palabras ni risas ni señales, solamente tristes beeps, clicks y taps. Parece ser que han mudado el ruido y sus almas hacia la abstracción de su ser y la culpa no ha sido de esas herramientas que usan, sino de qué manera son usadas, es algo casi obsesivo y vicioso.

Mientras huía de aquel lugar para refugiarme en una esquina un tanto solitaria, noté que en una de esas silenciosas alegorías del proceso comunicativo “pantallas”; algunos humanos culpaban a sus líderes y los señalaban de ser quienes habían causado que no pudiesen salir de sus habitáculos, creo que permanecer con sus congéneres es percibido como un castigo, y al parecer tu especie percibe que el concepto “libertad” es un sinónimo de “alejamiento” y me dije: “por eso quieren estar afuera y quieren estar lejos de su núcleo, tal vez, cuando hacen ruido prefieren hacerlo con seres de otros núcleos porque aquellos que son propios no son considerados interesantes o importantes”.

Refugiado tras un semáforo, logré notar a un lúgubre sujeto, acompañado de un canino también hecho huesos, contrario a aquellos humanos refugiados en unos beeps, este hombre usaba palabras con su acompañante canino, pero decidí tolerarlo, no parecía que el sujeto supiera el significado de aquello que sucedía, las tan extrañas palabras y tecnicismos de una emergencia mundial no tenían sentido en su cerebro en busca de comida. El sujeto no olía a alcohol ni a hipoclorito. Lo vi y tal cual su compañero estuve junto a él hasta que ya no pudo seguir (una oscura y ancestral amiga tomó su alma en esa esquina), y supe en todo mi ser que los otros humanos se refugiaban en sus habitáculos con miedo a perecer de esa forma. Uno de quienes estaba en una ventana uso su teléfono y habló, las sirenas se acercaron muy tarde al sujeto, tan fuerte resonaron que debí exiliarme nuevamente en el bosque de las afueras de esta ciudad, llevándome una imagen de tu especie. Solamente espero que esa calle no sea la tuya, ni ese edifico tu hábitat y que puedas abrir tus ojos y entender que quienes están ahí no lo harán por siempre.

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