Tenía facilidad redactando historias; las palabras le llegaban cual torrente de agua que cae a un precipicio y se dispersa llenando el lecho de un afluente. Ese río se secó y contiene ahora solo barro y piedras compactados entre sí: las ideas no le fluyen, la fantasía se ha evaporado.
Su pluma insiste en ser mojada en el tintero de un nuevo y fresco caudal; ella sabe que dejar de escribir es agonizar con lentitud. El taller de escritura abrirá paso a un desafiante manantial de imaginación.
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