No confiabas en mí. Leías y leías el borrador, buscando la palabra que me delatase.
—No tienes argumentos —grita el policía—. El modus operandi del asesino es idéntico al que usa el protagonista de tu novela para matar a la profesora. ¿O me tengo que creer que un compañero del taller te copió esa chapuza? Responde ¡copón! ¿Culpable sí o no?
Soy demasiado inocente por haber menospreciado tus celos, pero nadie lo sabrá. Tampoco te voy a acusar. En la cárcel escribiré el final de esta historia.
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