Exponer el alma, sentir la desnudez, ratificar una y otra vez que no es nada mayor a lo que se ha escrito. Pronto será mi turno y seré la alucinada que lanza su alarido.
Y grité.
Y nadie dijo nada, no hubo bromas ni halagos, solo un apacible consentimiento que espanta. Es hora de huir de esta ruindad fría pero el reloj que sabotea mi tiempo me detiene. Y escucho otro grito y mi silencio.
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