Después de sufrir una terrible tragedia, decidí integrarme al taller que tantas veces me habían invitado. El primer día con el alma hecha pedazos, escribí lo que nada tenía que ver con el tema a redactar. Los participantes del grupo al escuchar mi escrito quedaron atónitos de tanta injusticia. Pude ver a mis compañeros que debían seguir exponiendo sus obras, con lágrimas en sus ojos. Mi vida cambió desde ese momento, tengo amigos para compartir. Puedo elevar mi voz en cualquier lugar sin temor.
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