Calíope sale del taller de escritura a paso vivo que desmiente la edad que aparenta y más la que en realidad tiene. Bien apretada contra su pecho lleva la carpeta con los relatos de los compañeros, bebiendo del calor que desprenden. Los poemas del camionero, los cuentos de la madre, los relatos de detectives de la maestra, Calíope los guarda todos, como siempre ha hecho. Lo importante nunca fue inspirar a los hombres.

Lo importante siempre han sido las historias.

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