Estaba por cada rincón insospechado de mi habitación, también el mechero verde.
Ocurrió a sangre fría. Tenía vida, aquello que dejé inerte.
Cuatro de la madrugada, puse final a mi historia. Opté por quemar esa hoja de papel por no matarle a él…
-¿Escritora? – Dijo el profesor despreciando mi relato.
Salí de clase horrorizada. Me giré y estaba mirándome sosteniendo la puerta de salida, con una sonrisa seductora y un cigarrillo en su mano. En su bolsillo derecho se asomaba un mechero, verde.
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