Desperté una noche de Abril, en medio de un otoño que no quería llegar y de un verano que rehusaba irse. En mi primera clase.
Con una simple consigna, descubrí que el mundo daba vueltas. Y que lo único inerte, era yo.
Y que las mariposas aún vivían en mi cabeza. Sobrevivieron a los años de silencio, al sepulcro de mi cotidianidad, a mi mano muda. Y las eché a volar.
Me armé de recursos, de valor y comencé a pulir mis palabras para hacerlas visibles.
Dejé de huir de mi destino. Escribí otra vez.
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