Con las manos rebalsadas de tinta y de letras, en aquel taller; no pudo evitar amar el clima de esa ciudad enorme, donde los secretos se escondían en las arquitecturas y en las ventanas detallosas, ni pudo evitar amar la noche, bohemia y piadosa, que la llevaba a un mundo de ángeles atrapados en calles sin trafico. No pudo -ni quiso- poder darse por vencida mientras la vida agredía sin mesuras sus ganas de trascender los limites imaginarios del destino.

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