Es martes y odio a mi marido. Él fue mi mentor. Yo concurrí a su taller.
Estoy calma, porque no pensar, no recordar es mi rutina.
La realidad aparece. Cuando me hundo en ella, pataleo en forma constante para regresar a la superficie de mi monótona fantasía.
Observo otras alumnas. Soy igual a ellas.
Ser un igual es el papel que me toca vivir.
Pienso y comprendo que me falta el peso de un error grave que tantas veces abre una puerta.
Es miércoles y ya no odio a mi marido.
Hoy lo he asesinado.
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