No la vi entrar: ¿el taller funcionaría sin Marlen?

Varios indagaron por ella y quedé a la espera de alguna respuesta: ¡nadie supo decir dónde podría estar!

Se iniciaron las lecturas

Mis reclamos para impedirlo fueron inútiles. Entonces grité, salté, moví los brazos.

Alguna fuerza divina me ayudó y el ruido de mi caída llamó la atención de todos. Pero mi esfuerzo solo logró que uno de los talleristas se levantara para colocar a «Mowgli, el hijo de la selva» en mi lugar del estante.

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