Aún le resonaban las palabras de su padre «nunca escribas con lapicera porque vas a tener que tachar, tenés dislexia, no sos un escritor»

Ya hacía casi un mes que escribía hasta las notas para el supermercado solo con bolígrafo, se había inscripto en ese taller del que tanto le habían hablado y tenía decidido demostrar que el destino no está escrito…

Era la segunda clase, esa mañana como todas agarró su lapicera pero comprobó que no tenía más tinta.

Sus compañeros extrañaron no verlo más.

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