Colocaos esos antifaces y no quitároslos hasta que os lo diga, dijo Rita.

Volvió con una mujer de voz agradable y acariciadora.

Hablaba de un sendero entre árboles y rocas manchadas de musgo. Las luces suaves del amanecer se mezclaban con los verdes y rojos de pinos y aligustres…

¡Fuera antifaces! dijo Rita.

Vio una mujer joven sonriendo. Y apoyado en la pared, un bastón blanco. El mismo con el que le había guiado hacia un mundo tranquilo, feliz, lleno de colores, sombras y reflejos.

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